Parafraseando a un gran amigo e historiador, el Dr. Julio César González Pagés, muchos de aquellos jóvenes que en su momento optamos por la carrera de Historia en la Universidad de La Habana, teníamos como modelo previo de historiador al panel del programa de la televisión “Escriba y Lea”. Desde primer año ya veíamos en el lobby, por los pasillos, saliendo y entrando de clases, por L y 27, como popularmente le llamábamos y aún se le sigue llamando al departamento de Historia, en la que fuera la casa del gran sabio cubano Fernando Ortiz, a tres grandes paradigmas intelectuales a seguir. Eran el Dr. Gustavo Du´Bouchet, con ese eterno caminar lento de finales de los años ´90 y su “vamos muchachos”, el Dr. Enrique Sosa, que impartía el curso de Historia de la Cultura Cuba y que le encantaba caminar por la ciudad, hacernos los cuentos de los entresijos del programa, hablar sobre religiones afrocubanas, uno de sus tema favoritos, y enseñarnos a amar la cultura cubana, y el Dr. Ángel Pérez Herrero o simplemente profesor Angelito, que nos llamaba a todos por los apellidos y aún hoy a más 20 años de graduado, cada vez que me lo encuentro cerca de la Universidad, me sigue llamando por mis dos apellidos. Caso curioso, cómo una persona puede acordarse de los apellidos de sus estudiantes, pero ese es Angelito Pérez Herrero. A esta lista de paradigmas de la historia cubana hay que agregar a uno, que era muy raro verlo caminando por esos pasillos, aunque en ocasiones se dejaba ver. A pesar de eso se convirtió en uno de esos modelos que todos los estudiantes de historia teníamos, fue él quien nos hizo a todos los habaneros en particular y cubanos en general, andar La Habana. Fue él, el más Leal de todos de los habaneros.
Eusebio nació el 11 de septiembre de 1942. La vida lo forzó a madurar más rápido, que como a muchos como él, sin tener la edad indicada debió abandonar la enseñanza primaria y asumir menesteres de todo tipo. Sin padre, con una madre encargada de labores domésticas en el entorno de su vecindad, siendo un chiquillo sintió la obligación moral de apoyar a doña Silvia en el sostenimiento de la economía familiar. Como él decía, ejerció las más disímiles labores, siempre por unos pocos centavos que apenas alcanzaban para el pan, la muda de ropa y, si acaso, depositar unas monedas dentro de la alcancía en forma de obeso cochinito.
Dotado de inmensa fuerza de voluntad, Eusebio supo superar las limitaciones debidas a su origen humilde. Con esfuerzo propio se hizo historiador. Fiel al legado de Emilito Roig, me refiero al historiador Emilio Roig de Leuchsenring, pero todos le decían Emilito, más por afecto que debido a su estatura. Eusebio reverenció su memoria y extrajo del olvido buena parte de su obra. Su verbo brillante despertó en los habaneros y no habaneros el amor por lo propio y convenció a muchos de la imperiosa necesidad de conceder prioridad al salvamento del patrimonio aún en las circunstancias económicas más difíciles. Su mayor logro residió en demostrar la factibilidad práctica de la aparente utopía. El encanto de la ciudad rescatada imantó el desarrollo de un turismo de ciudad en una isla caribeña condenada a depender tan solo de las bondades del sol y la playa.
Resultado de medio milenio de incesante laboreo, queda mucho tesoro escondido, enmascarado tras la desidia y el abandono, por redescubrir. Su empresa no pudo ser obra del breve tránsito de una existencia humana. Con entrega total, movido por la fe absoluta en el destino de la patria, Eusebio hizo lo suyo. Nos dejó varias lecciones imprescindibles. Para actuar con eficiencia en el rescate de las piedras de antaño y en las que hemos ido dejando en el curso del tiempo, hay que conceder prioridad al estrecho maridaje entre historia, cultura y vida, palancas verdaderas del desarrollo económico. Porque la tarea exige el concurso del esfuerzo de todos, hay que hacer conciencia a través de la práctica incesante y sembrar el orgullo por lo nuestro y tomar distancia del aldeano vanidoso. Actuando de ese modo no nos despediremos de Eusebio. Permanecerá entre nosotros para siempre.
Querido Eusebio, hoy duermes el sueño eterno, no te tocaba descasar tan pronto, pero la vida es a veces tan rara que no podemos hacer nada con ella, solo acatar sus designios. Pero mientras duermes, seguiremos andando tu Habana, nuestra Habana, protegiéndola de la desidia y de la ingratitud probable de los hombres, porque como una vez dijo de ti la poetisa cubana Fina García Marruz: “Cuando lo olviden los hombres, lo recordarán las piedras”.
Ponencia presentada en el Encuentro Virtual de Cubanos en Europa, 24 de octubre de 2020 por Ariel Gálvez Lamas
Residente en Noruega
Licenciado en Historia
Universidad de La Habana