Será develada placa en honor a Martí en Monte Olimpo.

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Atenas, Grecia

El día en que se cumple el 126 aniversario del reinicio de las guerras por la independencia de Cuba, de la guerra necesaria e “inevitable”, como la llamó Martí, es fecha patriótica, libertaria y propicia para expresar que –en cuanto las condiciones meteorológicas lo permitan--, será develada en el Monte Olimpo, punto más alto de Grecia con casi tres kilómetros de altitud, una placa conmemorativa en honor al Héroe Nacional cubano José Martí, alma y organizador de la Guerra por la Independencia de Cuba de 1895, quien además como gran intelectual, escritor y artista que fue mencionó en reiteradas oportunidades al Olimpo en su brillante e imperecedera obra periodística, literaria y poética, obra propia, reconocidísima, universal, humanista, grande y tangible.

Primero la libertad, primero Cuba Libre, como el mismo Apóstol sentenció en 1889: 

“¿Ni de qué vive el artista sino de los sentimientos de la patria?”. 

Para entender mejor la vocación sagrada martiana sobre la patria como motivo y obligación primera de todos los desvelos, tal vez resulte vivamente interesante e ilustrativa una anécdota sobre Martí escrita por Gonzalo de Quesada y Aróstegui (1868-1915), discípulo, albacea literario y amigo de Martí, en la que el 4 de julio de 1911 relata cómo él –Quesada–, se encontró entre unos papeles viejos, y en vida de Martí, el texto de su novela, Amistad funesta. 

Dice Quesada que fue “un milagro” que esta novela no se haya perdido “como casi todo lo que escribió”, además porque “no apareció con el nombre de su autor”, José Martí, sino con el seudónimo de “Adelaida Ral”, lo que hubiera hecho aún más difícil su hallazgo. 

Acto seguido –y recuérdese que Martí había muerto hacía ya 16 años-- Gonzalo de Quesada relata esta interesantísima conversación personal entre él y Martí, que tuvo lugar cuando ellos dos estaban arreglando juntos unos papeles:

“Afortunadamente –dice Quesada--, un día en que arreglábamos papeles en su modesta oficina de trabajo, en 120 Front Street –convertida, en aquel entonces, en centro del Partido Revolucionario Cubano y redacción y administración de Patria– di con unas páginas sueltas de El Latino Americano, aquí y allá corregidas por Martí, y exclamé al revisarlas: “¿Qué es esto Maestro?” “Nada –contestome cariñosamente– recuerdos de épocas de luchas y tristezas; pero guárdelas para otra ocasión. En este momento debemos solo pensar en la obra magna, la única digna; la de hacer la independencia”.

Se entiende entonces por qué en su discurso del 26 de noviembre de 1891 en el Liceo cubano de Tampa, Estados Unidos, conocido como Con todos y para el bien de todos, expresó un deseo: 

“Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”, y como parte de esa dignidad, inseparable su sentencia:

“De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal para levantarnos sobre ella”. 

Como anotó el historiador cubano Eusebio Leal Spengler, “España no estaba dispuesta a permitir la independencia de Cuba”. De modo que José Martí veía la necesidad de hacer una “guerra pronta, justa, ejecutiva que impida la movilización española y la intervención norteamericana”, pues “está claro que para él ya lo español está pasado a un segundo plano, que el peligro que aparece delante es la intervención militar de Estados Unidos, lo que se ve claro cuando él –Martí– se entrevista con el periodista norteamericano Eugenio Brison y éste le dice: 

“Vengo de La Habana, y Martínez Campos –Capitán General español. Nota del autor– me ha dicho que antes de ceder a los cubanos, pactan con los yanquis”…Y, “eso ya es terrible”, concluye Leal.

Es comprensible entonces por qué en la preocupación de Martí por el futuro de su patria aparecería también un hilo conductor independentista, libertario y épico, que no por ser autóctonamente cubano dejaría de tener marcada la huella latinoamericanista, Nuestro-americana, bolivariana y antiimperialista, como también la impronta inspiradora de las luchas de Grecia por su independencia nacional, tal como lo evocó, construyendo un paralelo entre las luchas de Cuba y las de Grecia, en su discurso clave del 30 de noviembre de 1889 en el Harmann Hall, de Nueva York: 

“¿Y la América libre –expresó Martí--, y toda Europa coronándose con la libertad, y Grecia misma resucitando, y Cuba, tan bella como Grecia, tendida así entre hierros, mancha del mundo, presidio rodeado de agua, rémora de América? Si entre los cubanos vivos no hay tropa bastante para el honor, ¿qué hacen en la playa los caracoles, que no llaman a guerra a los indios muertos? ¿Qué hacen las palmas, que gimen estériles, en vez de mandar? ¿Qué hacen los montes, que no se juntan falda contra falda, y no cierran el paso a los que persiguen a los héroes?”, y sentencia, ya Apóstol de la independencia: “En tierra peleará, mientras haya un palmo de tierra, y cuando no lo haya, todavía peleará, de pie en la mar. Leónidas desde las Termopilas, desde Roma Catón, señalan el camino a los cubanos”.

Sin embargo, no solo las luchas del espartano Leónidas durante el siglo V antes de Cristo contra los ocupantes de su patria inspiraron a Martí, particularmente la histórica Batalla en el Desfiladero de Las Termopilas contra las milenarias fuerzas invasoras persas que habían cruzado el Helesponto al mando de Jerjes I, en dirección a Atenas. 

Inmerso personalmente en la preparación de la citada guerra de 1895 por la independencia de Cuba contra España, cuyo glorioso inicio se conmemora un día como hoy, José Martí se inspiró también en el ejemplo de la resistencia heroica y encarnizada de los patriotas griegos en la actual Ciudad Sagrada de Missolonghi, contra los recios asedios y bloqueos otomanos, entre 1821 y 1826. 

Al enaltecer concretamente este ejemplo excepcional de resistencia, que ha sido inmortalizado por pintores, poetas y escritores de todo el mundo, exclamará en 1892:

“Tenemos por ara la patria, por llama santa el puro patriotismo, por ejemplo, los hechos de nuestros padres, de aquellos hombres sublimes que abandonaron todas las comodidades y placeres del universo para mostrar al mundo cómo muere un pueblo que aspira a llegar a las gradas del capitolio augusto de la libertad”. 

En consecuencia, hace el siguiente y solemne juramento de cara a las luchas de Cuba: 

“Trabajaremos…sin tregua ni descanso; y si el enemigo nos pide que nos rindamos, le lanzaremos al rostro la frase de Cambrone; y si caemos, exclamaremos como el patriota griego en Misolonghi: “Tirano, aquí encontrarás al cubano muerto pero esclavo no. Dulce et decorum est pro patria mori”.

Junto a miles de cubanos Martí resistió, peleó, no se rindió, cayó combatiendo, “pero esclavo no”!, porque “Dulce et decorum est pro patria mori”.

En la placa que se colocará “en el Olimpo” aparece inscripto, en “la lengua en que ha cantado a la libertad el poeta Solomos”: 

“A la memoria de José Martí (1853-1895), Héroe Nacional de Cuba, eterno amigo de Grecia y de “lo griego”, admirador del Olimpo”. (La frase martiana): “Es un viaje al Olimpo, del que se vuelve fuerte para las lides de la tierra, templado en altos yunques, hecho a Dioses”. “Dedicado al pueblo griego y a Monte Olimpo, en nombre del pueblo de Cuba”.

En imágenes: bandera cubana en Atenas; fotos de Martí niño (prisionero, haciendo trabajos forzados en las Canteras de San Lázaro), Martí joven; la placa que se colocará en el Olimpo, e imagen de la exposición de pinturas 28/UNO, creada en Atenas por el joven pintor cubano Oniel Rodríguez, El Palmerito, con originales obras sobre el Apóstol de la independencia de Cuba, expuesta en la Embajada de Cuba en Grecia, y en el cine de Mariel, en Cuba.

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